Comer con suficiente antelación antes de acostarte permite que tu cuerpo tenga tiempo de realizar la digestión correctamente. Cuando te acuestas justo después de comer, la gravedad ya no ayuda a mantener el contenido gástrico en el estómago, lo que puede aumentar el riesgo de reflujo ácido y molestias digestivas. Al cenar dos horas antes, el proceso digestivo está más avanzado, lo que reduce estos riesgos y favorece una mejor absorción de nutrientes.
Además, comer demasiado cerca de la hora de dormir puede interferir con el sueño. Cuando el cuerpo está ocupado digiriendo una comida, puede ser más difícil relajarse y conciliar el sueño. Y una cena abundante y rica en grasas o azúcares puede aumentar la actividad metabólica, lo que también puede afectar la calidad del sueño. Cenar temprano, con alimentos ligeros, puede ayudar a mejorar la calidad del sueño, ya que el cuerpo no estará enfocado en la digestión y podrá entrar más fácilmente en un estado de relajación.
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