Los sabios clásicos comprendían que tu plenitud interior no depende de eventos externos, sino de los pensamientos que generas sobre ellos. Estos pensamientos, o representaciones, son perspectivas sesgadas de la realidad.

Un ejemplo cotidiano: si se te cae un vaso de agua, puedes pensar:

1) Soy un desastre, todo me sale mal.
2) El vaso se ha caído. Lo limpiaré y prestaré más atención la próxima vez.

Ambos son 2 tipos de pensamientos en base a una misma realidad. Sin embargo es evidente que generarán diferentes sentimientos dentro de ti. Acabas de entender pues que lo que nos produce malestar no es el hecho en si, sino el juicio y pensamiento que generamos en base a ello.

Puedes aplicar esto a todos los ámbitos de tu vida. Si estas mal por algo, pregúntate: ¿Me estoy hablando con la realidad? ¿Puedo verlo de una forma diferente?

Comienza transformando el victimismo de: ¿Porque me sucede esto? a ¿Para que me está sucediendo, qué necesito aprender de lo que está pasando?

Comienza percibiendo la realidad sin adornos, hablate con la misma y transforma los pensamientos que generas. Te puedo asegurar que será un antes y un después en tu vida.

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