La realidad mexicana lleva ya diez años atravesada por un terror avasallante. Con este contexto a cuestas, la producción teatral en nuestro país ha ensayado diversas formas de denuncia. La violencia, como temática y dispositivo escénico, se ha hecho presente en nuestros escenarios de forma constante.
Sin embargo, tras una década de potentes propuestas, surgen proyectos y creadores que enarbolan otras posibilidades para tensar la relación entre ficción y realidad. A la par, la propia escena cuestiona la ética de esta presentación y representación del lado más salvaje de lo humano, sobretodo a sabiendas de que la cruel teatralidad de fenómenos como el narcotráfico o el machismo termina siempre por ser más desgarradora.
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