El murmullo del motor de un avión acompaña a la rúbrica de Carlos Alcaraz, quien tira un último zarpazo que no regresa y que le guía por segunda vez en Wimbledon, cuarta en un grande, al capítulo final. Cae Daniil Medvedev como fruta madura (6-7(1), 6-3, 6-4 y 6-4, en 2h 55m) y el español pisa, ingenuo él todavía, terreno pantanoso. En determinados sitios, hay determinadas cosas intocables, con las que no conviene bromear. “El domingo va a ser un buen día para los españoles”, dice refiriéndose al epílogo del torneo —Novak Djokovic o Lorenzo Musetti enfrente, todavía por decidir— y a la final de la Eurocopa entre España e Inglaterra. El fútbol, religión por aquí. La central se lo afea con el buuuuuh que se extiende durante tres segundos y la entrevistadora le desliza que es un valiente por sacar el tema. Así que, percatándose del lapsus, matiza y se disculpa, manos en forma de perdón: “No he dicho que vaya a ganar España, solo que va a ser un día divertido…”.
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