La sala del jurado de la Audiencia de Barcelona se llenó este martes de un dolor difícilmente descriptible que casi se podía tocar con las dos manos. Cabizbaja, cubriendo el rostro tras una melena cuidada, Cristina Rivas Espejo atendió al relato de los testigos que desfilaron en la segunda sesión del juicio que la juzga por el asesinato de su hija de cuatro años, en Sant Joan Despí, en marzo del 2021. Declaró su madre y abuela de la niña, una de sus tías y el padre de la pequeña, Sergio, un hombre abatido y en tratamiento psicológico desde entonces que describió a su expareja como una mujer “egocéntrica”, “egoista” “narcicista”, “mentirosa” y “manipuladora” que siempre se quería salir con la suya, y que no soportó que, dos años después de la desaparición de la pareja, él iniciara una nueva relación con otra mujer.
“Creí que se había fugado con mi niña para hacerme daño, pero nunca pude imaginar que pudiera hacer lo que hizo”, explicó, sobreponiéndose a la emoción y manteniendo la templanza.
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