CONSULTAS PARA ADQUIRIR VIDEOS A: archivodeportivo@yahoo.com.ar - Noticiero Telenoche Enrique Sdrech habla del Caso Norma Penjerek. Caso Adolf Eichman. Jorge Colotto (Comisario General).
Fecha: 1992
Duración: 2 minutos.
Código: V-01610
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Referencia: Norma Mirta Penjerek (1946-1962) fue una estudiante de colegio secundario cuya desaparición, en el invierno de 1962, constituye uno de los hechos policiales de mayor repercusión en la historia del periodismo de Argentina. La tarde del 29 de mayo de 1962, Norma Penjerek, una tímida adolescente de 16 años, salió de su clase de inglés particular en dirección a su casa, a una 20 cuadras de allí. Jamás llegó. En los meses siguientes se desplegó un operativo policial sin precedentes para hallarla. La búsqueda pareció culminar con el hallazgo de un cuerpo femenino en un terreno baldío, el cual parecía corresponder a la muchacha desaparecida. Fue declarado oficialmente como el cadáver de Norma Mirta Penjerek y sepultado en el cementerio de La Tablada. Pero éste sería el mayor misterio de la historia policial argentina: La señorita Perla la notó esa tarde un tanto distraída, como preocupada por algo. Al menos eso es lo que recordaría con posterioridad a la desaparición. La clase comenzó a las siete y diez, y terminó a la ocho menos cuarto. De allí salió a las ocho menos veinte, rumbo a su casa. Un trayecto, a pie, de unos 20 ó 25 minutos. A las nueve de la noche, Norma aún no había llegado. Su madre, preocupada, comenzó a llamar a sus conocidos. Nadie la había visto. Llamó a la mejor amiga de Norma, Aída Robles. Tampoco la había visto. Cerca de la medianoche, Enrique Penjerek concurrió a la comisaría 40ª a denunciar la desaparición de su hija. Se revisaron todos los hospitales y clínicas de la ciudad, y se descartó la posibilidad de un accidente. Diez días después, los Penjerek publicaron una solicitada con la fotografía de Norma, pidiendo información sobre su paradero. Hubo de todo. Gente bien intencionada, aunque equivocada. Pero, también, pervertidos, mitómanos, oportunistas, etc. Uno de ellos pidió 2.000 pesos por la información que poseía. Se comprobó que no poseía ninguna, y quedó detenido por tentativa de extorsión. El domingo 15 de julio, siete semanas después de la desaparición, un perro correteaba por unos terrenos baldíos, en la ciudad de Llavallol, al sudoeste de la ciudad de Buenos Aires. Los terrenos pertenecían al Instituto Filotécnico de la Universidad Nacional de La Plata, y eran utilizados para experimentar cultivos. De pronto, el animal comenzó a olisquear con insistencia entre el fango. Su dueño, un guardián del Instituto, se acercó y echó una mirada. Parecían los dedos de una mano. El hombre llamó a la policía. Agentes de la comisaría de Llavallol se presentaron de inmediato. Lo que desenterraron resultó ser el cadáver, semidesnudo y en avanzado estado de descomposición, de una mujer. El cadáver sólo tenía puestos la bombacha y un pañuelo alrededor del cuello. Los primeros pasos fueron sumamente torpes. No se interrogó al guardián, ni se acordonó la zona, que fue descuidadamente pisoteada. Cerca del cuerpo se encontraron algunas prendas de vestir. Un pulóver marrón, una enagua celeste, y un corpiño. La primera autopsia y el examen médico forense determinaron que se trataba de una joven de unos veinte años de edad y 1,65 de estatura. Había sido estrangulada con un alambre, y le habían seccionado la vena cava superior con un instrumento cortante. Casi tres meses después de la desparición de Norma, el 22 de agosto, los forenses hicieron una segunda autopsia. Ésta reveló que la muerte se había producido entre el 4 y el 8 de julio, lo cual no parecía corresponderse con el avanzado estado de descomposición en que había sido hallado el cuerpo el 15 de julio. En este segundo examen pudo extraerse una única huella dactilar: la del dedo anular de la mano izquierda. Se la comparó con la ficha dactiloscópica de Norma Penjerek. Se encontraron 11 puntos de coincidencia. Tres más de los que la ciencia de identificación dactiloscópica considera suficientes para una correcta identificación. El odontólogo de Norma Penjerek, Dr. Marcelo Maneffa, con consultorio en el barrio de Floresta, reconoció la dentadura del cadáver como perteneciente a Norma Penjerek. Myriam, una prima de de Norma, reconoció el pañuelo alrededor del cuello como un regalo que ella le había hecho. Con estos elementos, los restos fueron oficialmente atribuidos a Norma Mirta Penjerek. El 25 de agosto el cuerpo fue entregado a los padres. Norma Mirta Penjerek fue sepultada en el cementerio de La Tablada (fila 3, manzana 45) en medio de una nutrida concurrencia.
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