21 de marzo, 2011. Benedicto XVI está preocupado por la dramática situación de Libia. Por eso, pidió a los líderes políticos de los dos bandos que garanticen la seguridad del pueblo líbico y el acceso a la ayuda humanitaria.
Benedicto XVI
"Rezo por todos los que están implicados en esta dramática situación y hago un fuerte llamamiento a quienes tienen responsabilidad política y militar, para que tengan en cuenta, en primer lugar, la seguridad de la población y garanticen el acceso a la ayuda humanitaria".
El Papa aseguró que está siguiendo de cerca las inquietantes noticias procedentes de Libia y dijo que durante la semana de ejercicios espirituales rezó por la paz en este país.
Benedicto XVI
"Quiero asegurar a la población mi afectuosa cercanía y pido a Dios que surja pronto un horizonte de paz y armonía sobre Libia y sobre todo el norte de África".
Según cifras de la organización Ayuda a la Iglesia Necesitada, los cristianos en Libia representan sólo el 2,7% de la población. La religión mayoritaria es el Islam sunita.
Por otra parte, el Papa reflexionó sobre el Evangelio de la Transfiguración de Jesús que la Iglesia católica propone para el segundo domingo de Cuaresma. El Papa explicó que en la Transfiguración Jesús no cambia sino que revela que es Dios y por eso se convierte en pura luz.
Benedicto XVI
"Jesús manifiesta el esplendor de su gloria, para testimoniar que la pasión es el camino de la resurrección".
Además, el Papa invitó a los católicos a hacer durante la Cuaresma alguna penitencia voluntaria, además de las que ya vienen dadas en la vida cotidiana.
Recordando la liturgia de este Segundo Domingo de Cuaresma llamado 'Domingo de la Transfiguración', recordó que Cristo, después de haber preanunciado a los discípulos su pasión, "tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los condujo a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz" (Mt 17,1-2).
Según los sentidos, la luz del sol es la más intensa que se conoce en la naturaleza, pero, según el Espíritu, los discípulos vieron, por un breve tiempo, un esplendor todavía más intenso, aquel de la gloria divina de Jesús, que ilumina toda la historia de la salvación. San Máximo el Confesor, afirma que las túnicas que se emblanquecieron llevaban el símbolo de las palabras de la Sagrada Escritura que se hicieron claras, transparentes y luminosas.
Aludiendo al pasaje Evangélico de Mateo, Benedicto XVI explicó que tal como dice el Evangelio, junto a Jesús transfigurado "aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él" (Mt 17,3). Moisés y Elías son la figura de la Ley y de los Profetas. Fue entonces que Pedro, extasiado exclamó "Señor, qué bien estamos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Mt 17,4). Recordó que san Agustín comenta diciendo que nosotros tenemos una sola morada que es Cristo que es la Palabra de Dios, Palabra de Dios en la Ley, Palabra de Dios en los Profetas.
La Transfiguración, dijo el Papa, no es un cambio de Jesús, sino la revelación de su divinidad, la íntima compenetración de su ser con Dios, que se transforma en luz pura. En su ser uno con el Padre -añadió-, Jesús mismo es Luz de Luz. Pedro, Santiago y Juan, contemplando la divinidad del Señor, son preparados para afrontar el escándalo de la cruz, como canta un himno antiguo. "Sobre el monte te has transfigurado y tus discípulos, por cuanto eran capaces, contemplaron tu gloria, para que viéndote crucificado, comprendieran que tu pasión era voluntaria y para que anunciaran al mundo que verdaderamente tú eres el esplendor del Padre".
Benedicto XVI invitó a los fieles a participar de este don sobrenatural:
Queridos amigos, participamos también nosotros de esta visión y de este don sobrenatural, dando espacio a la oración y a la escucha de la Palabra de Dios. Además, especialmente en este tiempo de Cuaresma, exhorto, como escribe el Siervo de Dios Pablo VI, "a responder al precepto divino de la penitencia con algún acto voluntario, fuera de las renuncias impuestas por el peso de la vida cotidiana.
Tras invocar a la Virgen María para que nos ayude a escuchar y seguir siempre al Señor Jesús, hasta la pasión y la cruz, para participar también nosotros en su gloria.
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