Los templarios estuvieron rodeados de un secreto místico desde que se fundó la orden. Fue en la época de las cruzadas cuando en 1119 Hugo de Payens, de la Champaña francesa, partió junto con otros caballeros hacia Jerusalén para ocuparse allí, organizados militarmente, de la protección de los peregrinos en su camino hacia Tierra Santa. Balduino II, rey de Jerusalén, favorece a esta pequeña hermandad y le cede una parte del palacio real construido sobre el mismo suelo en que antes había estado el templo de Salomón. De ahí el nombre de "templarios".
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