Vemos unas didácticas imagenes de la real audiencia que Juan Carlos dispensó a la primera ministra británica, Margaret Thatcher, el 22 de septiembre de 1988, en el cortijo de La Zarzuela.
Nuestra adorada Margy, una de las mejores estadistas que ha dado el siglo XX, desde luego la primera dentro de la feminidad y, quizá, émula de Sir Winston Churchill, aunque no haya descuellado por la prosapia y la literatura de él (y mucho menos por los cigarros puros) llega al saloncete ubicado en la entreplanta del edificio de ampliación del caserón de caza, sede de la residencia de los comediantes regios españoles, al que se accede tras subir unas recoletas escaleras de madera alfombrada. El funcionario royal Juan Carlos, está esperando a Margy, que es la forma correcta de realizar las audiencias (no como erróneamente se hace a menudo, haciendo esperar al audienciado en el saloncete hasta que el funcionario royal aparece en el proscenio). Como Margy llega sin la compañía de su consorte, lo correcto es que Juan Carlos la reciba sin Sofía.
El jefe de protocolo, que siempre debe vestir raya diplomática azul marino o negro, no los coloringos guacamayescos que hoy se ven a diario, se sitúa en la puerta de acceso al salón (no anda de aquí para allá por la estancia), abre la puerta previa petición de venia al rey, asómase, mírase, viósese, percátase, tiéntase de males y asegúrase de la presencia del audienciado, al que anuncia "in voce".
Lo primero que hace Margy, nada más abrirse a sus ojos la puerta de acceso al saloncete, es reverenciar con carácter "omnia plena", antes de llegar a la presencia de la real figurilla. La reverencia "omnia plena" es una gran desconocida por los monárquicos de aluvión pacotillero, que tanto abundan hoy y raramente se consigue divisar en los actos reales, tan mediocres y chabacanos, que hoy se celebran.
Margy porta bolso, como es de ley en una dama, ni tan pequeño como para ser de una chica doméstica, ni tan ampuloso como para parecer una vendedora ambulante. Un bolso de mano acorde con el vestido.
Véase la prudente distancia que guarda la comitiva que acompaña a Margy, como debe ser, pues eran y son -son y eran- unos grandes maestros del protocolo y la precedencia real.
Lo segundo que hace Margy es reverenciar al comediante regio, ya en su presencia, con carácter de "reverentia salutatis". La reverencia "salutatis" es más conocida, aunque hay muchas indigentes y sobrecortesanas de tres al cuarto que la niegan a las reales personas. Signo de villanía y de soez petulancia, que pretende alcanzar las mieles del trono coronado sin proceder de limpio linaje, cuando acaso únicamente posean un mero carácter de consortes logreras de una autoridad civil o militar, a cuyo endoso se agarran de por vida como buenas lagartas. No digamos aquellas que, investidas de alguna ínfula como doctorados o tenencias de alcaldía, quieren sobreseerse a la subditicia condición que les subordina a la Corona, negando no ya la "reverentia omnia plena" sino la "salutatis". Por supuesto el deber de reverencia puede excusarse por razones de salud, cuando es menester portar faja o corsé terapéutico, o cuando se padece de durámenes en las extremidades bipédicas, lo que se salva sencillamente comunicándolo con antelación a la Jefatura de la Real Casa, siempre mediante tarjetón rubricado, nunca mediante llamada telefónica ni mediante correo electrónico.
Lo tercero que hace Margy, después de reverenciar, es retornar a la postura formalmente protocolaria, con las piernecillas juntas y el cuerpo erecto, cual recio poste del antiguo telégrafo.
La piernecilla que ha de flexionarse ha de ser la izquierda, nunca la derecha. Por supuesto, jamás se reverencia flexionando las dos piernas a la vez, pues eso no es reverencia sino paso de ballet clásico. La pierna derecha se retranquea hacia atrás con suavidad, sin arrastrar el zapato. Tanto el retranqueo como la flexión han de ejecutarse coordinadamente, al unísono, pues no se trata de entregar una novela por fascículos, sino de agradar a la majestad real para engrandecimiento del justiciazgo monárquico universal.
Con estas imagenes queda demostrada cual es la correcta forma de reverenciar en las reales audiencias de palacio.
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