A lo largo de los últimos 160 millones de años, el cromosoma Y ha perdido fuerza, tanto que de los alrededor de 1,600 genes que lo componían en los orígenes, ahora tiene unos 45 y sigue a la baja. Para Jennifer Graves, la científica australiana pionera en el estudio de la genética del género, es un resultado de la evolución.
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