Repasamos la gran actuación de Diego Armando Maradona y de Claudio Caniggia frente a Brasil en el mundial de Italia 90.

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El 24 de junio de 1990, Lionel Messi festejaba su cumpleaños número 3. Juan Román Riquelme, por su parte, soplaba 12 velitas. Aquella tarde, la selección argentina del Doctor Bilardo enfrentaba a Brasil por los octavos de final del Mundial de Italia.
Atrás había quedado la derrota frente a Camerún en el debut en la copa del mundo. Lo propio la victoria frente a la Unión Soviética en el San Paolo. A esa altura poco se hablaba del empate 1 a 1 frente a Rumania, aunque aquella igualdad, le había alcanzado al equipo nacional para clasificar como mejor tercero. Eso significaba adelantar una hipotética final, y jugar en octavos, nada más ni nada menos que a Brasil. Cabe destacar que aquel partido con Rumania, más allá del resultado, significó un antes y un después para Maradona. Es que al 10 argentino le pegaron tanto, que provocó una grave lesión en su tobillo izquierdo, la cual lo obligaba a infiltrarse para seguir jugando el mundial. Cuentan sus propios compañeros, que Maradona ni siquiera podía caminar. Incluso tuvieron que darle un nuevo número de calzado, ya que ni siquiera se podía poner el botín.
Claro está que el tercer puesto de Argentina en la zona de grupos transformó a Diego en un visitante algo polémico para el norte de Italia. Es que la estrella del Nápoli, en consecuencia, con una rivalidad histórica bien tana, dividía ricos de pobres y norte de sur.
La previa de aquel encuentro fue bastante curiosa. Es que la noche del sábado 23, en el salón del hotel se celebraba un casamiento. Si bien los jugadores no participaron, la novia decidió regalarle el ramo al propio Maradona. Lejos de las cábalas, Diego aceptó el gesto y se fue a dormir. Al día siguiente bajó a almorzar con la camiseta puesta, algo que no podía creer ni el propio Bilardo. Si, así como escucharon, Maradona comió y se subió al micro para ir al estadio, ya con la camiseta número 10.
Diego en conferencia de prensa había reconocido que no podía patear al arco. Incluso hasta mostró su tobillo para los que no le creían que tenía una lesión.
Argentina aquella tarde formó con Goycochea; Monzón, Simón y Ruggeri; Basualdo, Troglio, Giusti, Burruchaga y Olarticoechea; Maradona y Caniggia.
Brasil, que venía de ser primero en su grupo alineó a Taffarel; Rocha, Galvao y Ricardo Gomes; Jorginho, Dunga, Alemao, Valdo y Branco; Müller y Careca.
Minuto 1: Se escapa Careca y salva Goycochea. A los pocos segundos corrida de Alemao y la tira por arriba del travesaño. Recién a los 7 Argentina logra cruzar la mitad de cancha. El partido era de Brasil y el nerviosismo se apoderaba del equipo de Bilardo. Cabezazo de Dunga que revienta el poste de Goycochea. Brasil jugaba mejor, y para colmo le pegaban a Maradona, sabiendo que estaba en una pierna, y que era la figura Argentina. Centro de Diego, cabezazo de Ruggeri, que pasa cerca, y era lo mejor de la selección en un primer tiempo para el olvido. Error de Giusti, y casi en contra. Pitazo del francés Joel Kiniú y al vestuario.
Cuenta la leyenda que el vestuario argentino durante el entretiempo fue una verdadera postal. Silencio, que nos están bailando. Nadie tomaba la palabra, porque todos sabían que el resultado era mentiroso, ya que Brasil debía haberse ido al descanso por lo menos 7 a 0. Hasta el propio Ruggeri cuenta que recién en el túnel camino al campo de juego, Bilardo les gritó: lo único que les pido es que no se la den más a los de amarillo.
Segundo tiempo y más de lo mismo. Centro de Branco, error de Goyco. Nuevo remate de Alemao desde 25 metros que se estrella en el palo. Tiro libre que pasa cerca. Todo de Brasil. La pelota, la situaciones de gol, la fiesta en la tribuna.
No había un solo argumento para creer que Argentina podía ganar el clásico. Sin embargo tenía al mejor jugador de la historia de este deporte y era suficiente para creer. Minuto 36 la agarra en la mitad de cancha y se saca 3 rivales de encima. Esquiva un guadañazo, le sale el cuarto, y es ahí donde deja mano a mano a Caniggia. Entre las piernas de Galvao para quel Pájaro eluda a A Taffarel y ponga el 1 a 0. Lo que nadie sabía es que con ese gol Brasil iba a empezar a morir de a poco, ya que el tiempo no le alcanzaba, y Argentina lo dejaba afuera en Turín.
Atrás quedó el bidón de Branco. O mejor dicho, el Bidón de Galindez, del que tomó Branco y algún que otro brasileño. El mito de la sustancia que los hacía quedarse dormidos en la cancha, la leyenda cada vez más grande, los protagonistas, que se encargaron de agigantar aún más la historia. Y aquel partido que jamás olvidaremos. Con un valiente Maradona, en una pierna, y un pase que solo Dios puede ofrecer, para dejar mano a mano a Caniggia, y gritar tal vez.

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