En los confines de un pequeño pueblo, rodeado por un denso bosque, una recién nacida fue abandonada en un lugar apartado, apenas a unos metros del límite entre la civilización y la naturaleza salvaje. La bebé yacía envuelta en una manta desgastada, su llanto apenas audible en medio de la quietud de la noche.
La bebé, envuelta en esa manta desgastada, temblaba con el frío de la noche. Su pequeño cuerpecito apenas podía resistir las bajas temperaturas, y el suave llanto que emitía indicaba su debilidad y desesperación. Parecía claro que la bebé había sido abandonada a su suerte, dejada a merced de la inclemencia del clima y la oscuridad del bosque.
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