Los Nazca tenían un misterioso Dios volador, llamado Kon, que controlaba el viento y la lluvia. Tal como lo vemos en estos maravillosos huacos. Las líneas serían un medio para comunicarse con su Dios. De hecho, hay muchos enigmas en torno a la identidad de este Dios. Pero todos los historiadores coinciden en que se trata del Dios más antiguo del Perú.

Kon hacía fructificar sus cosechas, de las cuales dependía su vida. Tenemos que imaginar a los pobladores en medio del desierto, sin agua potable, animales ni peces: solo así podemos comprender su miedo a quedarse sin alimentos.

Pero los pobladores temían que su Dios se hubiera quedado en sus templos, ubicados en el valle de Lima. Y aun si Kon quisiera volar y seguirlos, ¿cómo los encontraría en medio del desierto? Por lo tanto, decidieron trazar unas líneas sobre la arena para indicarle a su Dios el lugar al que habían ido a parar, y que no los abandonara.

Según María Rostorowski, esto explica que las líneas fueran diseñadas para ser vistas desde el cielo, y no desde la tierra, pues tenían como objetivo los ojos de Kon. Y de hecho, hasta la llegada de los viajes aéreos estas líneas pasaron desapercibidas, justamente debido a que sólo podían divisarse desde arriba.

Para su construcción los sacerdotes subían a una colina adyacente y trazaban un plano de las líneas, lo que indica un alto conocimiento matemático. En cada cosecha y antes de iniciar una nueva guerra los pobladores se alineaban sobre estas líneas para pedir la bendición del dios.

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