“Señor, si quieres, puedes limpiarme” Un LEPROSO se encuentra con JESÚS
Esta es la historia de como Jesús sana a un leproso.
Mateo 8: 1-3
“Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente.Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.”
Video por Marcos Lee
Es un video evangelístico, una reflexión cristiana del evangelio de Jesucristo.
El Leproso
Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. (Mateo 8:1-3).
La lepra era una enfermedad en la piel que no tenía cura. Con la lepra se pierde la sensación de partes del cuerpo, los músculos se desgastan, los tendones se contraen y las manos terminan pareciendo garras. Los leprosos se veían obligados a estar separados de los demás.
Se vestían de ropas negras, y al acercarse a otros, gritaban “¡impuro, impuro!” para que supieran que tenían lepra. Querido lector, tenemos algo peor que la lepra y todo nuestro ser grita “¡impuro, impuro!” y esto es nuestro pecado, que nos separa de Dios no solo hoy sino, eternamente, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” (Romanos 3:23).
Este leproso, de alguna manera, supo sobre Jesús y en cómo tenía poder de sanar toda enfermedad. Tal vez, desde lejos escuchaba de lo que Jesús hacía una y otra vez, hasta que pudo creer que, si el Señor había sanado a otros, también lo podía sanar a él. Se armó de valor al acercarse; pudo haber sido apedreado por la gente, pero entendió que él mismo no podía sanarse, “y se postró ante él (Jesús).” Presta atención a estas palabras: se humilló. “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado, al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh, Dios.” (Salmos 51:17).
Y dijo: “Señor si quieres, puedes limpiarme” Sabía que Jesús podía, pero parece que no estaba seguro de que quisiera. Con la fe que tenía, vino al Señor. “Jesús extendió la mano y le tocó.” ¡Qué momento tan impactante! Pudieron haber pasado años desde que alguien lo tocara; ni un saludo de mano, ni un abrazo, sino solo desprecio y miedo. Jesús quiere extender su mano de misericordia y tocar tu vida, cambiarla y transformarla.
“Quiero, sé limpió” fue la respuesta de Jesús, un Salvador más que dispuesto a limpiar y perdonar a todo aquel que viene a él. “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). ¡Sí! Él quiere limpiarte. Su amor es tan grande que vino a la tierra a salvarnos porque no nos podíamos salvar nosotros mismos. “No he venido a llamar a justos, sino pecadores al arrepentimiento.” (Lucas 5:32).
Todo ser humano es pecador; no hay nadie justo. Pero Jesús, el perfecto Hijo de Dios, murió por ti. El justo tomó el lugar del injusto, cargando tus pecados en su cuerpo. Hizo un sacrificio perfecto y completo; la deuda fue pagada. ¿Qué te queda por hacer? Ven como este leproso, reconoce tu condición y arrepiéntete, confía en Jesús y recibe su regalo gratuito de la salvación. “Porque por gracia son salvos por medio de la fe; y esto no de ustedes, pues es don (regalo) de Dios;” (Efesios 2:8).
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