La santidad y el pecado son tan antagónicos como la luz y las tinieblas. El mundo, en su estado caído, quedó sumido “en las tinieblas de afuera” (Mt 25:30) y es antagónico a Aquel que es la “luz verdadera” y “la luz del mundo” (Jn 8:12). Por eso siempre ha pretendido apagar la luz que irradia Cristo y su cruz. Y aunque por momentos parece que triunfará, el cristiano confía en Aquel que dijo: “Yo edificaré mi iglesia, y el infierno no prevalecerá contra ella”. Jesús es Rey de reyes y Señor de señores, el Todopoderoso Dios, que disipará para siempre las tinieblas en su segunda venida. Ven a los pies de Aquel que venció, y Él te hará vencedor; resístele, y Él te aplastará
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