AL HEREDAR EL RESTAURANTE DE SU PADRE, LA MUJER RICA SE DISFRAZÓ DE MESERA PARA CONOCER A LOS...
Alejandra siempre había vivido una vida de lujo, rodeada por el cariño y la admiración de su padre, Miguel. Tras la repentina muerte de Miguel, Alejandra sintió el peso de la responsabilidad caer sobre sus hombros. Sentada en la sala de estar de su inmensa mansión, reflexionaba sobre la imagen de su padre sonriendo en una fiesta de cumpleaños. El recuerdo, que antes la reconfortaba, ahora le traía tristeza. "Señora Alejandra, el abogado está aquí para la lectura del testamento", anunció Carmen, la fiel empleada de la familia, con un tono suave y respetuoso. "Gracias, Carmen. Pídele que pase", respondió Alejandra, tratando de mantener la voz firme a pesar del dolor que sentía. El abogado, el Dr. Delgado, un hombre de mediana edad con semblante serio, entró en la sala y saludó a Alejandra con una leve inclinación de cabeza. Se sentó frente a ella, abrió su maletín de cuero y comenzó a leer el testamento de Miguel. Alejandra escuchaba atentamente cada palabra, con el corazón latiendo más rápido a medida que cada frase revelaba la magnitud de la herencia que recibiría. "Dejo el restaurante a mi hija Alejandra. Confío plenamente en su capacidad para liderar y continuar el legado que construí con tanto esfuerzo", leyó el abogado, levantando la vista para encontrar los ojos de Alejandra, ahora llenos de lágrimas.
"Él siempre creyó en mí, incluso cuando yo no creía", murmuró Alejandra, secándose las lágrimas con un pañuelo de seda. La responsabilidad parecía enorme, pero la fe de su padre le daba un poco de consuelo y fuerza. Tras la lectura del testamento, Alejandra se vio sola en la sala, reflexionando sobre lo que acababa de escuchar. El restaurante era grande, con muchos empleados y operaciones complejas. Siempre había vivido una vida de lujo, sin necesidad de preocuparse por los detalles del negocio. Ahora sentía la necesidad de entender mejor la dinámica del restaurante, saber quiénes eran los empleados y en quién podía confiar. Decidida a entender mejor la dinámica del restaurante y conocer a los empleados de cerca, elaboró un plan. Se disfrazaría de mesera para observar todo desde dentro. "Carmen, por favor, tráeme un café. Tengo mucho en qué pensar", pidió Alejandra, levantándose para mirar por la ventana la vastedad de la propiedad que ahora era suya. Mientras tomaba el café, Alejandra comenzó a considerar sus opciones. Sabía que no podía confiar ciegamente en nadie, especialmente tras la repentina muerte de su padre. El restaurante estaba vulnerable, y cualquier error podría ser fatal. Necesitaba observar el restaurante sin ser notada para entender mejor quiénes eran las personas que trabajaban allí.
