En Su juicio contra Satanás a raíz de la entrada del pecado en el mundo, el Señor decretó una enemistad y una guerra entre “la simiente de la mujer y la simiente de Satanás” (Gn 3.15), la cual terminaría en una aplastante derrota del diablo en la cruz del Calvario. No importa cuántas distinciones y clasificaciones hagamos los hombres, la que verdaderamente importa es la que Dios ha establecido y que tiene a Jesús, y a éste crucificado, como línea demarcatoria. Tu posición en Cristo determinará si el Día del Juicio será un tiempo de lloro y crujir de dientes o de gloria y exaltación.
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