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Dentro de la política hay un espacio que ante los ojos de una parte de la sociedad representa el equilibrio: Juntos por el Cambio. Un espacio conformado para las elecciones presidenciales de 2015 con el nombre de Cambiemos que surgió de la fusión del PRO de Mauricio Macri, la UCR y la Coalición Cívica ARI. El frente le permitió a Macri acceder a la presidencia en el 2015 y en el año 2019 cambió su nombre a Juntos por el Cambio al incorporar al peronista Miguel Pichetto como vicepresidente en las elecciones de ese año. La percepción de espacio equilibrado tiene cierto asidero en la realidad y es el resultado de la convivencia de fuerzas disímiles y hasta contradictorias al interior del frente. Desde el presunto liberalismo del PRO hasta sectores socialdemócratas como la UCR, el frente ha sabido maniobrar majestuosamente para auto boicotearse en todas sus iniciativas, alcanzando el pináculo de la inacción durante la presidencia de Mauricio Macri, que se escurrió en su trayectoria impepinable hacia el abismo sin que nada cambiara más que el saldo de la deuda externa en un sentido negativo. Tres fuerzas en condiciones semejantes se disputan la presidencia, las gobernaciones y parte de la composición de las dos cámaras del Congreso: la ya mencionada Juntos por el Cambio, el Frente de Todos y la Libertad Avanza de Javier Milei. El escenario está totalmente abierto y está en juego la repartija del país. A nivel nacional, Juntos por el Cambio tiene una pulseada muy pareja entre el baldofóbico Horacio Rodríguez Larreta, y la ex peronista, , aliancista, cambiemita y libertaria, Patricia Bullrich.
