Al concepto del “genio creador”, que intentaba colocar a los artistas blancos en un “sector VIP de la existencia” -como afirma el escritor Walter Lezcano-, se opone, en cambio, la figura del trabajador de arte. En este capítulo vemos a los artistas marrones como sujetos de su propia creación, lejos de ser objetos de estudio, como antaño se pretendía. Se analiza la problemática de los roles para los que son convocadas generalmente las personas marrones a la hora de participar en obras de teatro, películas y comerciales. Desde el momento del casting, se evidencia el racismo en la búsqueda para ocupar papeles de ladrones, policías, albañiles; pero nunca para un espacio de poder, de toma de decisiones, de belleza. En el transcurso del capítulo, asistimos a acciones “performáticas” marrones y al monólogo Marrón, de David Gudiño.
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