En Juan 9:1-37 leemos una historia impactante sobre Jesús sanando a un ciego de nacimiento. Eso significa que nunca había podido apreciar la luz del sol, ni cuando era bebé, niño o joven; vivió siempre con una condición que no podía ser cambiada, enfrentó siempre el mismo desafío. Pero un encuentro con Jesús cambió su vida, esa carga fue levantada en solo un momento con nuestro Salvador. Sé que tú has enfrentado tormentas, pero hoy te digo que tendrás un encuentro fresco y poderoso con Jesús, quien cambiará totalmente tu vida, porque Él sana incluso lo que era una dificultad desde el nacimiento.

Algo que leemos es que los discípulos, fieles a lo que se creía en ese tiempo, preguntaron de quién era la culpa de esa ceguera, si del pecado del joven o de sus padres. Siempre queremos saber la razones de nuestros desafíos, queremos comprender el porqué de las situaciones y buscamos culpables. ¡Eso es una pérdida de tiempo! No preguntes por qué, sino qué es lo que puedes aprender en medio de esa situación que enfrentas. Un creyente inmaduro pregunta las causas de los problemas, pero lo que debemos buscar es qué nos quiere enseñar el Señor; con ese enfoque verás que tu fe crecerá. No importa lo que enfrentemos, hay que ver las circunstancias como una plataforma para que la presencia de Dios, Su poder y fidelidad se manifiesten en nuestra vida. No sé lo que estás pasando y por qué lo vives, no tengo esa respuesta, pero sí puedo decirte que esa situación es una oportunidad para que el poder de Dios se manifieste. Es una plataforma para que la obra del Señor sea evidente. Eso fue lo que Jesús le explicó a Sus discípulos.

Luego vemos que el ciego siguió la instrucción del Señor, fue a lavarse el lodo que le había untado en los ojos y regresó sano. Entonces aparecen los religiosos a criticar. En lugar de celebrar una vida transformada, limitaron todo con requisitos y reglas. Ellos también estaban ciegos, no reconocieron la obra de Dios porque los cegaba la religiosidad. Más tarde, los padres no pudieron dar gloria al Señor por la transformación de su hijo. Nunca permitas que el temor te impida testificar las maravillas que Dios ha hecho en tu vida.

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