En verano de 1943 el Alto Mando alemán estaba tratando de tomarse la revancha por la derrota en Stalingrado y volver a tener la iniciativa estratégica. Alemania necesitaba la victoria como nunca.
Las regiones de Oriol, Kursk y Bélgorod centraron la atención de los jefes militares nazis. Esta zona conformaba la parte saliente del frente soviético, de unos 150 kilómetros de largo y unos 200 de ancho que los alemanes solían llamar ‘el balcón de Kursk’, y que preocupaba mucho a los enemigos del Ejército Rojo.
Valiéndose de esta parte saliente, las tropas soviéticas podían atacar el punto donde se juntaban los ejércitos Centro y Sur y romper el frente penetrando en las regiones centrales de Ucrania. Al mismo tiempo, los estrategas de Hitler no podían evitar caer en la tentación de atacar a los destacamentos rusos del Norte y del Sur en la base del “balcón de Kursk” para sitiar y aniquilar a un numeroso grupo de tropas soviéticas que se encontraba allí. A la operación se le dio el nombre de ‘Ciudadela’.
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