Mucho antes que Serra, que Rato, o que Olivas, las Cajas de ahorro ya existían. Desde el siglo XIX eran entidades de ahorro privadas con dos diferencias principales con los bancos: los dueños, teóricamente, eran los clientes y los beneficios, si había, no se repartían, se invertían en Obra Social. El sistema se mantuvo durante casi dos siglos y funcionaba.
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