Mientras un ofuscado Miguel se toma un trago, Rolando intenta calmarlo; sin embargo, el joven empresario está convencido de que Isabel es una ambiciosa que sólo busca la herencia; por ello, planea destruirla. Temiendo que sus hijos vean al portugués en la conserjería, Trinidad le pide que se marche. El luso comenta que ya habló con Juan de Dios y está dispuesto a luchar por el amor de la mulata.
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