Cuando me arrastré hacia la puerta del laboratorio de mamá, mis palmas se pusieron húmedas y gotas de sudor se formaron en mi frente. Mis manos apretaron la puerta y la empujé para abrirla centímetro a centímetro hasta que el espacio fue lo suficientemente amplio como para deslizarme dentro del laboratorio. ¡Mis ojos se abrieron y mi mandíbula cayó cuando la vi! Ahí estaba ella ... mi hermanita en un tubo grande que se estaba llenando de un líquido.
“¡Mamá!”, grité histéricamente mientras corría hacia mi hermana, “¡¿Qué estás haciendo?!”
Mamá se giró hacia mí con una atormentada mirada en su rostro, “Lo que debería haber hecho hace mucho tiempo!”
Probablemente te estés preguntando cómo es que las cosas pudieron haber escalado hasta este punto, así que comenzaré por el principio, pero antes de hacerlo, permíteme presentarme. Hola, soy Amanda. Si eres nuevo aquí, ¡bienvenido! No olvides darle me gusta a este video y suscribirte a nuestro increíble canal. Toca la campana de notificaciones para saber cuándo se publica contenido nuevo. Ok, volvamos a mi historia.
Por difícil que parezca de creer, había tenido una vida increíble antes de mi encuentro con mi mamá en su laboratorio. Mamá y papá son científicos y, después de que yo nací, decidieron diversificar su trabajo por su cuenta y trabajar desde casa. Mis padres siempre estaban ahí cuando los necesitaba y siendo hija única me encantaba el hecho de tener a mis padres para mí sola. Aunque siempre obtenía las cosas que quería, mamá y papá se aseguraron de que yo fuera responsable y respetuosa con todo mundo.
Cuando mamá nos dijo que estaba embarazada, yo tenía doce años en ese momento, me entristeció un poco saber que tendría que compartir a mis padres, pero también me emocionaba la idea de tener a alguien con quien jugar. Después del primer ultrasonido de mamá, descubrimos que iba a tener gemelas. ¿Pueden creer eso? ¡Tendría dos hermanas con quien jugar! No podía esperar a conocerlas. Esa noche celebramos en la casa y al día siguiente mis padres y yo comenzamos a prepararnos para las nuevas integrantes de nuestra familia.
Los meses pasaron volando y, a medida que se acercaba el nacimiento un día a la vez, yo estaba realmente emocionada, tan emocionada que muchas noches me quedaba despierta pensando en todas las cosas interesantes que les enseñaría a mis hermanitas.
¡Por fin! Llegó el gran día y llevaron a mamá de urgencia al hospital. Papá y yo esperamos nerviosos en la sala de espera mientras los minutos se convertían en horas. Después de unas horas, un médico entró a la sala de espera y pidió hablar con papá.
“¿Está todo bien, doc?”
“Su esposa y una de sus hijas están descansando cómodamente.”
Apreté la mano de papá sabiendo que el doctor estaba a punto de compartir la mala noticia.
El médico suspiró profundamente, “Surgieron algunas complicaciones durante el parto y su otra hija ha sido trasladada de urgencia a la UCI.”
“¿Ella va a estar bien?”
“Estamos haciendo todo lo que podemos. En unos treinta minutos podrá ir a ver cómo están su esposa y su hija.”
El médico se alejó y papá y yo nos sentamos en la sala de espera hasta que llegó el momento de ver a mamá y a la bebé. Mientras la enfermera nos acompañaba a la habitación, miré a papá, que parecía tener una expresión en blanco en su rostro. Eso se transformó lentamente en alegría cuando entramos en la habitación. Mis ojos se iluminaron cuando vi al pequeño bebé acurrucado en los brazos de mamá. Mamá y papá la llamaron Fernanda y a mi otra hermana la llamaron Esperanza. Mientras mamá y papá hablaban, me fascinaron sus diez dedos pequeños de la mano y sus diez dedos pequeños de los pies. Supongo que fue en ese momento que decidí que como hermana mayor era mi deber proteger a mis hermanas pequeñas. No podía esperar a conocer a Esperanza. Sin embargo, eso nunca sucedió.
¡Las siguientes dos semanas fueron devastadoras! Esperanza nunca pasó de la UCI y solo mis padres pudieron verla. Mamá me mostró una foto de Esperanza y esa noche recuerdo que lloré y recé por que ella estuviera bien, pero no estaba destinado a ser así. Esperanza falleció unos días después. Cuando dieron de alta a mamá y a Fernanda, mis padres organizaron el funeral para despedirse de Esperanza. A partir de ese día mi familia no fue la misma.
Los días siguientes a la muerte de Esperanza fueron un ajuste para todos. A los 13, entendía que mamá tenía que cuidar a la bebé, pero también me dolía que mamá ya nunca tuviera tiempo para hacer algo conmigo. Habían pasado nueve meses desde que Fernanda había llegado a la casa y mamá todavía actuaba como si ella fuera una recién nacida.
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