El 5 de agosto de 1994, Cuba libraba otra gran batalla por la defensa de su soberanía. El recrudecimiento de la crisis económica provocada por el Periodo Especial y las constantes provocaciones derivadas de la política hostil del gobierno norteamericano hacia el mayor archipiélago antillano, alentaron disturbios en La Habana. Fidel Castro no demoró en presentarse directamente en el epicentro de aquellas acciones para dialogar con el pueblo. Aquel día como dijo el Comandante en Jefe, “no fue un día malo para la Revolución, sino más bien fue un día de reafirmación revolucionaria”.
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