Reconocerse mutuamente como personas en igualdad de derechos y deberes es uno de los elementos más importantes de la democracia liberal. En ella, ya constituidos como una comunidad política, las identidades particulares de las personas pueden florecer y respetarse mutuamente.
Sin embargo, con el pasar de los años, diversos movimientos, teorías, y liderazgos, han buscado fragmentar la ciudadanía eliminando nuestra igualdad de derechos y deberes. Desde los movimientos, por ejemplo, racistas o comunistas, que negaban la dignidad de las personas en función de su raza o ideología, negándole de manera radical sus derechos, pasamos a otra manera intolerante de autocomprensión grupal.
Una democracia liberal es exitosa cuando se logra una sana convivencia de la diferencia. No al suprimir la divergencia.
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