En la primera mitad del siglo XIX, los mayas de la costa
oriental de Yucatán luchaban por su libertad y el derecho a
vivir de acuerdo con sus usos y costumbres. Este reclamo incluía el derecho ancenstral a poseer la tierra y posteriormente
se levantaron en armas en 1847, cuando el líder indígena Cecilio Chí tomó la población de Tepich en el actual estado de
Quintana Roo, “coordinó la insurrección entre otros con Manuel Antonio Ay, el Cacique de Chichimilá, y Jacinto Pat, con
el propósito de constituir una nación maya independiente de
México, que respetara los derechos de los indígenas, dando
inicio a la llamada Guerra de Castas, misma que se extendió
por gran parte de la Península de Yucatán
El primer lustro de la guerra fue el más sangriento y difícil: los
mayas estuvieron cerca de dominar el territorio peninsular
completo a poco menos de un año de iniciado el conflicto; tomaron la mayor parte de la región, y hacia el mes de mayo de
1848, a diez meses de haber estallado la contienda, estaban
las milicias indias, que tenían a los pueblos de Yucatán bajo su
poder. La Guerra de Castas no tuvo la misma intensidad durante el período que abarcó poco más de medio siglo. La parte
más intensa del conflicto bélico tuvo lugar entre 1847 y 1849.
En La Guerra de Castas de Yucatán de Nelson Reed, describe un gran número de enfrentamientos y pasajes sangrientos
cometidos por ambos bandos en pugna durante ese primer
periodo. Para mayo de 1848, dice don Serapio Baqueiro, “los
blancos estaban casi perdidos”
“Para 1850, los mayas se encontraban en las puertas de
la ciudad de Mérida, pero en vez de tomarla, regresaron a
sus milpas a sembrar, ya que era la temporada de lluvia y la
cosecha era de vital importancia para el sustento de las familias.” Esto fue aprovechado por los yucatecos criollos y mestizos, quienes se reorganizaron e iniciaron la contraofensiva.
Los mayas fueron obligados a buscar refugio en la selva, “donde se establecieron y crearon un nuevo orden social basado
en la organización militar-religiosa que gira en torno al culto
de la Cruz Parlante. Para este efecto fundan el centro ceremonial de Chan Santa Cruz (hoy Felipe Carrillo Puerto), que
adquiriría una sólida estructura.” [5] Por lo tanto crearon una
institución religiosa, política y militar. Con la aparición de la
Santísima Cruz, el poder político de los mayas se ligó con lo
religioso, tomando forma de una teocracia.
El culto a la Cruz promueve la cohesión de los mayas que
se hallaban dispersos y les da fuerza para resistir la ofensiva
yucateca, que los empujaba cada vez más a la selva. Saber que
eran un pueblo elegido les dio valor y les otorgó protección
sobrenatural durante el periodo bélico. Después de esta etapa,
los mayas se organizaron en torno a un símbolo y una idea en
común: la Santísima Cruz, misma que les dio los elementos
para reorganizarse, adaptarse y construir una cultura nueva.
Con el paso del tiempo, debido al interés gubernamental
por pacificar la zona y el desgaste de los rebeldes por tanto
Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas. México.
Lic. Adelfo Regino Montes
Director General del Instituto Nacional de los
Pueblos Indígenas
Mtra. Bertha Dimas Huacuz
Coordinadora General de Patrimonio Cultural
y Educación Indígena
Itzel Maritza García Licona
Directora de Comunicación Socia
Investigación
María Guadalupe Flores Rodríguez
Ilustraciones
Brenda Araceli Romero Amaya
Corrección de estilo
Jashui Jatsiri Pizarro Márquez
Diseño editorial
Estefany Flores Muñoz
Coordinación
Norberto Zamora Pérez
México, 2021
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