Mateo 13:46: “que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.”
Jesús estaba con sus discípulos hablándoles parábolas, y dijo también: el Reino de los cielos es como el mercader que encontrando una perla vendió todo lo que tenía y la compró. No la obtuvo para venderla, sino para guardarla. En ese verso, la perla representa el Reino de Dios, y el Reino es excelente y busca la excelencia. El Reino de Dios es excelente e incluyente.
La excelencia debe estar en el corazón del creyente. La mediocridad no sale de la luz, no sale de Jesús. A veces no buscamos la excelencia sino que buscamos tapar la mediocridad. Pero, debes ser lo mejor de lo mejor. Siempre debes ir de lo menos a lo más, no al contrario. Si Jesús dejó el cielo por nosotros, es porque vio en nosotros algo mejor.
El propósito de Dios para el hombre es tan alto que dio a su único Hijo para salvar a la humanidad. Si le demostramos a la raza humana lo que vale, correría a Jesús. ¡Tú vales mucho para el cielo! Satanás siempre querrá denigrarte para que pienses que vales lo que tienes, cuando en realidad vales lo que Jesús pagó por ti.
Dios es tolerante con nosotros; sin embargo, continuará su obra perfeccionadora en nosotros, para que seamos mejores cada día. Hay que mejorar todos los días, porque “la senda del justo es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.” (Proverbios 4:18).
El Reino de Dios es incluyente; es como una red que es lanzada al mar y pesca a toda clase de peces. Somos responsables de sacar la red con toda clase de peces (personas), no su selección. Nosotros somos responsables de pescar y llevar la red a la orilla con todos los peces que podamos.
Es decir, somos pescadores de almas y nuestra misión es llenar la red con toda clase de peces; no estamos para juzgar, porque Dios es quien decide quién es bueno o malo. Por eso, la iglesia debe tener un mensaje incluyente. En la iglesia la gente debe percibir el amor de Jesús y dejar que el Espíritu Santo haga el trabajo.
