En un giro dramático en la crisis migratoria en la frontera sur de Estados Unidos, se ha desatado una expulsión masiva de migrantes, evidenciada por el retiro forzado de campamentos en Matamoros, México, y el cierre temporal de pasos ferroviarios en la frontera. Las autoridades estadounidenses han intensificado sus acciones, exigiendo una colaboración más activa por parte de México para contener el flujo migratorio hacia su territorio.
El precario campamento a lo largo del río Bravo en Matamoros, que alguna vez albergó hasta 1.500 migrantes, se ha convertido en el epicentro de esta nueva etapa en la crisis. Con el uso de maquinaria pesada, las autoridades mexicanas han comenzado a retirar tiendas de campaña abandonadas, en un claro mensaje de que se espera una mayor cooperación para controlar el movimiento migratorio.
El cierre temporal de dos cruces ferroviarios fronterizos en Texas ha exacerbado la presión sobre México, demostrando la urgencia de contener el flujo de migrantes que intentan llegar a Estados Unidos utilizando distintos medios de transporte. Ante la necesidad de mantener abiertos estos cruces para el comercio, México ha comenzado a mostrar signos de colaboración en materia migratoria.
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