Todos los humanos tenemos estructurado en nuestro cerebro tres zonas distintivas.
La primera corresponde al cerebro vertebrado, primitivo, al que se le suele denominar reptiliano (porque es común a todos los vertebrados: peces, reptiles, aves, etc.). Llamémosle nuestro cerebro de cocodrilo: es un cerebro centrado en sobrevivir, alimentarse y procrear, sus tres principales tareas. Opera por instintos y reacciones reflejas. Este cerebro no se encariña, no genera afectos mayores. Es rígido, no aprende y repite rutinas.
La segunda es el cerebro límbico o emocional, común a todos los mamíferos, en que experimentamos respuestas emocionales. El cerebro emocional es nuestro cerebro chimpancé (solemos combinarlo con el cerebro primitivo o de cocodrilo).
La tercera la compartimos, sobre todo, con los primates superiores y es el neocórtex, con la diferencia en nuestro favor de que el cerebro humano es más grande y tiene zonas, como la zona ejecutiva, el prefrontal, superiores a la que poseen los primates. Nos permite dilucidar, pensar, anticipar, evaluar. Es nuestro cerebro inteligente, racional.
Tanto el cerebro chimpancé (emocional), como el de cocodrilo (primitivo) son cerebros prerracionales. Fueron muy útiles (y lo siguen siendo) para la supervivencia, pero poseen programas que ya no nos son funcionales.
Aquí hablaremos de esos cerebros y cómo gestionarlos.

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