Bermellón: el cromatismo de la eternal dulzura.
Con la convicción literaria que otorga la genuina intención de las inspiraciones- bajo el auspicio del ingenio- "Bermellón", de Chus Cuesta, entronca por méritos desgranados de generosidad creadora, párrafo a párrafo, con la Literatura mayúscula, intemporal, persistente más allá de los usos temporales de la creación, para afirmarse como valor universal en la línea de las más grandes obras.
Sé que Chus es autora del Siglo XXI, pero no exagero mi percepción. Sólo Werther de Goethe y su amor derrotado por Carlota y la amistad virtuosa de Guillermo, me otorgó el conocimiento del sentir expresado en la consciencia de una emoción eternal. El Henri Toulouse Lautrec de "Bermellón", me ha constatado el amor puro, redivivo y exultante en mi emoción lectora. La sutil descripción de valores universales como el Amor y la Amistad, abarca una concepción literaria inesperada que me ha entusiasmado por la esencia de su genialidad tan sencilla como nada frecuente.
"Bermellón" es una miscelánea de contrastes que narra, acaso con ritmo poético que se capta con el alma, el don de los creadores que es toda una disquisición ante un mundo previsible. Henri, McGregor, el Veneciano, Tapiés, conforman una unidad de nobleza perfilada de una lealtad que emociona y emplaza los valores de la amistad excelsa. El devenir de los personajes torna la argumentación narrativa en una oda al amor, al compañerismo a ultranza, al significativo trance de una bohemia enraizada en el espíritu de las rebeldías, la consistencia de las fidelidades y la permanencia de la dulzura.
Chus traza ingrávidas líneas de magistral preciosismo que rubrica la autoridad del ingenio por las letras y una sensibilidad sorprendente que trasciende al propio lector. Sabia es la observación de los invisibles lazos de lo espiritual que se manifiesta a través del Amor y las relaciones personales que son en este libro de una belleza absolutamente embriagadora.
Con toda esta capacidad narrativa destaca la maestra descripción de la abisal incertidumbre de los sentires que maneja el destino, en apariencia servil, como lo es el del entrañable protagonista Henri. Ahíto de sensaciones en la nobleza de su entorno- que le convierten en hombre libre aun con las cadenas impuestas de las limitaciones físicas- Henri acaba encontrándose con las capacidades de la expansión del alma que vuela ligera hacia Céline, un reto en el paradigma del amor que le da y le quita la vida.
Chus no sólo conoce la analítica gramatical, desentrañando la maestría que concibe la lógica ordenada del castellano con pleno dominio, también instrumentaliza esa maestría para canalizar la infinita esencia del alma sentidora; la que se desparrama con ingenio para abarcar la medida de lo eterno a la comprensión humana, con la sencillez de un espíritu muy versado y evolucionado que comprende ciertamente los misterios sobre el prodigio del Amor verdadero.
Después de ahondarme en la versátil ingenuidad de almas tan nobles que contiene "Bermellón"- a pesar de la acerba teatralización de una vida demasiado real que forja en dura fragua el espíritu- perdura una impresión de dulzura resolutiva que me ha convencido profundamente. Mucho habré de leer este libro, convertido en favorito de mi vida, pleno de una retórica intimista de rebosante sabiduría.
Después de ser testigo lector de estos ingenios, ahora comprendo en su justa medida las acepciones de goloso y dulce que lleva la dedicatoria de nuestro libro por parte de su autora. Estas impresiones de Literatura mayúscula siempre permanecen y ya voy buscando otro libro de Chus Cuesta. Impresionante inspiración del alma.
Ignacio Fernández Candela
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