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Cuando mis padres dejaron de ser amigos
Una historia desde los ojos de una niña que está en el proceso de separación de sus padres. Narra la historia desde cuando sus padres compartían junto a ella, hasta cuando comienzan las discusiones que ella escuchaba desde su habitación.
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Mis padres eran amigos y todo lo hacíamos juntos. Pasábamos la noche del sábado en familia y nos divertíamos mucho, siempre estábamos riendo. A veces jugábamos a un juego de mesa y otras veíamos una película en la tele mientras comíamos palomitas. Hiciéramos lo que hiciésemos, siempre lo hacíamos juntos./
Me di cuenta de que mis padres ya no eran buenos amigos por que las cosas comenzaron a cambiar. A veces me despertaba por la noche, tarde, y oía discutir a mis padres. No sabía de qué discutían, pero los dos daban la impresión de estar muy enfadados y mi madre a veces lloraba.
Cuando esto pasaba, yo me escondía debajo de la manta o me tapaba la cabeza con la almohada, deseando que dejaran de gritarse. Aunque los gritos se hacían más fuertes y seguía oyendo llorar a mamá, me sentía mejor si me escondía.
Sabía que mis padres iban dejando de ser amigos porque siempre estaban tristes y no se hablaban. Ya no pasábamos ratos juntos e incluso dejamos de disfrutar de la noche del sábado. Ni me acuerdo de cuando fue la última vez que nos reímos juntos.
A veces encontraba a mamá sentada en su dormitorio, sola, llorando en silencio. Estaba muy triste. Como no sabía que hacer para que se sintiera mejor, le daba un abrazo y eso funcionaba, porque dejaba de llorar.
Ahora estoy segura que mis padres ya no son amigos, porque papá hizo las maletas y se marchó. Ahora vive solo en otra parte de la ciudad. Cuando se fue, me dio un gran abrazo y me dijo que pronto nos veríamos otra vez.
Yo me sentía muy triste y a veces pensaba que todo era por mi culpa. Me decía que si supiera escuchar más o sacara mejores notas en el colegio, mis padres volverían a ser amigos. Ellos insistían en decirme que no era culpa mía que ya no pudieran estar juntos, pero muchas veces yo pensaba todo lo contrario.
Mamá y papá me explicaron que a veces los padres se llevan mejor cuando viven en casas diferentes. Los dos me dijeron que no importaba dónde vivieran, que siempre me querrían y estarían a mi lado.
¡Y tenían razón! Cuando mi padre se fue a vivir a otra casa, las cosas cambiaron. Ni él ni mamá estaban tan tristes como antes y esto me hizo sentir más tranquila y contenta.
Aunque yo vivo en casa de mi madre, llamo a mi padre por teléfono tantas veces como quiero y lo voy a visitar todas las semanas. A veces me quedo a dormir en su casa y me la paso genial. Nos gusta jugar o leer juntos, pero lo mejor es que nos reíamos mucho.
En algunas ocasiones, como en mi cumpleaños, mi papá viene a casa para pasar un rato todos juntos. Y todo vuelve a ser como antes: los tres jugamos a un juego de mesa o miramos una película en la televisión, incluso nos reímos mucho. Mi padre y mi madre ya no viven en la misma casa, pero seguimos siendo una familia y el tiempo que pasamos juntos siempre resulta ser muy especial.
Ahora comprendo que aunque hayan dejado de ser amigos, eso no significa que no me quieran o que dejen de ser mis padres. Los momentos que paso con cualquiera de ellos son especiales. No estamos juntos los tres, pero no por eso dejamos de ser amigos. Por fin se han acabado las discusiones.
Mi madre y mi padre siempre me querrán y siempre me darán la lata para que haga los deberes y me porte bien. Se turnan para irme a buscar al colegio y cuando tengo partido de baloncesto, allí están ambos para animarme. Quiero mucho a mi mamá y a mi papá ¡Son los mejores!
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