"¿Yo salirme de casa de mis padres? Para nada" "Yo no vivo con mis papás, ellos viven conmigo, que es diferente..." Y así como estas hay muchas otras formas de justificar un fenómeno cada vez más frecuente en las familias mexicanas: que los hijos adultos vivan con sus padres.

De acuerdo con datos del INEGI, en el 2016 de cada diez personas mayores de 15 años, seis se encontraban casados o en situación conyugal; la mayoría de las personas casadas tenía entre 30 y 59 años de edad; 31.4 por ciento era soltero, y el 10.5 por ciento restante estaba separado, viudo o divorciado. Esto es a grosso modo, que en México cuatro de cada 10 personas se encontraban sin pareja, es decir, hay más solteros de los 15 a 29 años.

Si a esto añadimos que en México la tasa de divorcios ha aumentado sobre la de los matrimonios (Excélsior, 2016) entonces el tema de los hijos solteros que viven con sus padres adquiere otras facetas, como la de regresar a la soltería y a la casa de los padres después de haber tenido una familia.

Ser soltero o soltera en México no necesariamente implica que "se le haya ido el tren" al hijo o a la hija; tampoco implica que debamos crear en nuestra mente la típica imagen de la "solterona" o "el solterón". De hecho, hoy en día estas posturas sexistas y estereotipadas sobre la soltería están dando lugar a reconocer que las mujeres y los hombres solteros tienen diferentes razones para permanecer solteros y vivir en casa de los padres.

En este contexto, ¿es la soltería del hijo o la hija el resultado inexorable de cuidar a los padres? Si hablamos de que la soltería es una elección más que un accidente, ¿no será porque detrás de esto hay más ventajas que desventajas?


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