El combinado azteca nunca ha sido definido por un fútbol deslumbrante, pero una generación cautivadora marcó el Mundial de Francia 1998. Recordada por su valentía y destreza, la selección dejó una huella imborrable. Su participación se convirtió en una épica odisea, destacando un equipo con alma guerrera y talento innato.
A lo largo de la historia, la selección mexicana siempre ha destacado como el equipo dominante de la Concacaf. Sin embargo, en 1993, el destino les deparó un emocionante desafío: enfrentar la prestigiosa Copa América, un torneo de élite fuera del Mundial de fútbol. Con pasión y garra, se alzaron como finalistas, cautivando a millones con su valentía. Aunque el resultado no les favoreció en la final contra la poderosa selección albiceleste, dejaron una huella imborrable en el corazón de todos los aficionados.
Otra participación inolvidable fue la impactante edición de la Copa América de Bolivia en 1997, donde lograron un lugar en el podio con la codiciada medalla de bronce. Pero lo más emocionante fueron los tres triunfantes campeonatos en la Copa Oro en 1993, 1996 y 1998, esta última celebrada unos meses antes del mundial en Francia.
El extraordinario equipo compuesto por leyendas como Jorge Campos, Claudio Suarez, Ramón Ramírez, Pavel Pardo, García Aspe, Luis Hernández, Ricardo Peláez y Cuauhtémoc Blanco se embarcaría rumbo a Francia con una pasión desbordante por realizar una presentación inolvidable. ¡Y vaya que lo lograron! Su brillante actuación dejó una huella imborrable en los corazones de los aficionados.
Pero Antes del gran evento, el renombrado estratega Bora Milutinovic fue apartado un año antes del Mundial, dejando paso al carismático Manuel Lapuente. Este sabio entrenador alguna vez comparó a Cuauhtémoc Blanco con la mítica leyenda francesa del Real Madrid, Zinedine Zidane, resaltando sus asombrosas similitudes.
La selección mexicana encararia un apasionante desafío en un grupo repleto de talento con Corea del Sur, Bélgica y Países Bajos.
Y entonces inicio el emocionante 16 de julio marcó un épico enfrentamiento en el estadio Matmut, donde la selección mexicana, deslumbrando en su emblemático tricolor, se preparaba para el choque histórico contra Corea del Sur. Con la camiseta más icónica luciendo imponente, el equipo se adentró en el campo, listo para demostrar su destreza y pasión en este emocionante duelo. ¡Una batalla futbolística que prometía deleitar a millones de fanáticos ansiosos por un juego inolvidable!
El encuentro se desplegaría con una dinámica vertiginosa, México dominando el balón con maestría y Cuauhtémoc Blanco convirtiéndose en el epicentro del juego, atrayendo faltas en cada intento de los rivales por detenerlo. Sus pases mágicos dejaban maravillados a los espectadores y su habilidad para eludir a los jugadores surcoreanos era sublime, obligándolos a cometer infracciones para detener su imparable avance.
En un momento clave, Cuauhtémoc recibió un genial pase de Ramón Ramírez, quien lo filtró de tacón para que Alberto García Aspe intentara un remate espectacular, lamentablemente salió desviado.
Sin embargo, en un tiro libre en contra de México, la suerte no estuvo de su lado y el jugador surcoreano Ha Seok Ju anotó el 1-0 al minuto 28. Afortunadamente, su euforia fue efímera, ya que, al minuto siguiente, el mismo Ha Seok Ju fue expulsado, dejando a México con superioridad numérica.
Cuauhtémoc tomó las riendas del partido y llevó la ofensiva mexicana a otro nivel. Con un pase filtrado magistral, habilitó a Ramón Ramírez, quien intentó un disparo en el área y fue objeto de un polémico penal.
Ya en un tiro de esquina otorgado al minuto 51. Tras varios rebotes, finalmente, México igualó el marcador, desatando la euforia en el estadio.
Pero Cuauhtémoc no se conformó con ello, mostrando su emblemática "Cuauhtemiña" en múltiples ocasiones, burlando hábilmente a los surcoreanos, dejándolos desconcertados. Fue un auténtico mago del fútbol, deleitando a los aficionados con su destreza sin igual.
La remontada la concretó Luis Hernández, anotando dos goles memorables, el primero al minuto 74 y el segundo, asistido por el genial Cuauhtémoc, al minuto 84. Fue un partido para el recuerdo, con Cuauhtémoc y su equipo exhibiendo un fútbol emocionante y lleno de creatividad, dejando una participación destacada y un legado imborrable en la historia del fútbol mexicano.
Con esa impresionante victoria, México lideraría el grupo, mientras Bélgica y Países Bajos terminarían empatarían sin goles en su partido.
Cuauhtémoc sería aclamado, alabado junto a sus compañeras, y ya se susurraba que su talento brillaría en Europa. Al concluir el encuentro, Manuel Lapuente afirmaría con seguridad: "¡Tenía confianza, ahora tengo certeza!" Emocionado, viajaría hacia el enfrentamiento en países bajos contra Bélgica, preparándose para el siguiente partido de fase de grupos, donde México desplegaría otro fútbol estupendo.
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