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Día 3. Novena por los fieles difuntos.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¡Señor mío Jesucristo!, Dios y Hombre verdadero, Creador Padre y Redentor mío; por ser vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido y no haberte amado. Propongo firmemente no volver a pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Te ofrezco mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Así como os lo suplico, así espero y confío, que en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonaréis y me daréis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo servicio, hasta el fin de mis días. Amén.
Señor mío Jesucristo, que a los que pecan castigas con justicia en esta vida o en la otra: concédenos la gracia de nunca pecar y ten misericordia de los que, habiendo pecado, no pudieron, por falta de tiempo, o no quisieron, por falta de voluntad y por amor del regalo, satisfacer en esta vida y están padeciendo ahora sus penas en el purgatorio; y a ellos y a todos llévalos pronto a su descanso.
Oración Final
Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio.
V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
Padrenuestro, avemaría y gloria.
V. De la puerta del infierno
R. Saca, Señor, sus almas.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, oye mi oración.
R. Y llegue a ti mi clamor.
Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
V. Concédeles, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para ellos la luz perpetua.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
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