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Martín Berasategui, cocinero donostiarra que cuenta en su haber con 8 Estrellas Michelin. Conocido y reconocido en el mundo entero. Un hombre admirado y querido por todos. Su vida está llena de momentos y decisiones que le han hecho, como dice él, tocar el cielo de la cocina con sus manos.
Martín Berasategui se crió entre fogones, concretamente en los que había en el Bodegón Alejandro, el negocio familiar que regentaban sus padres y su tía, a los que tanto quiso y quiere. El pequeño Martín iba de un lugar a otro del bodegón. De la cocina a las mesas en las que se sentaban los pescadores, los taxistas, los carniceros... Allí él escuchaba sus historias. Allí es dónde quería estar. Su universidad.
Los estudios nunca fueron su fuerte, así que sus padres, con el fin de agotar todas las posibilidades, le enviaron internado a Navarra. Pero Martín soñaba con ser cocinero. Se enteró de que si suspendía las 10 asignaturas, le echarían del colegio. Y eso hizo. Como él dice "¿para qué iba a retrasar mi sueño de ser cocinero?".
Con 15 años, su madre y su tía le sentaron a la mesa (mueble que todavía guarda) y le dijeron que si quería ser aprendiz de cocinero, debería estar al día siguiente desde las 08:00 hasta las 00:00, hora en la que terminaba la jornada. Así, un día tras otro. Martín no solo hizo eso, sino que instaló una cama debajo de las escaleras del bodegón. Durante 2 años, cada día festivo que tenía, se levantaba a las 04:30 de la madrugada para ir a Bayona y aprender el oficio de pastelero. Vivía por y para la cocina, como lo sigue haciendo.
Con 21 años se sienta de nuevo en aquella mesa con su madre y su tía y dice la célebre frase "Habéis trabajado como una leona y una tigresa toda vuestra vida. Yo tengo garrote para llevar esto". A partir de entonces, Martín Berasategui toma las riendas del negocio familiar y gracias al pastor Eusebio, que le avaló, consiguió reformarlo. Al poco tiempo llegó la primera y única Estrella Michelin concedida a un bodegón. A partir de ese momento, él y su mujer Oneka se dan cuenta de que algo tiene que decir como cocinero. Su siguiente paso fue el restaurante Martín Berasategui Lasarte. Y a partir de ahí, un cúmulo tras otro de proyectos internacionales y nacionales, reconocimientos,...
Pero Martín sigue siendo la misma persona. Sus padres, su tía, los grandes maestros que pasaron por su vida, le dejaron un legado en forma de valores que tiene tatuados en su forma de ver el mundo. El valor de la familia, la importancia del trabajo en equipo, el agradecimiento, la humildad, el trabajo duro, el dejarse la piel en lo que hagas, el ser consciente de que estamos donde estamos gracias a la ayuda de muchas personas que, a lo largo de nuestra vida, nos tienden su mano,... son algunos de esos grandes aprendizajes y que hoy son la esencia de este chef 8 Estrellas Michelin.
