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Pasar por un corazón roto es como hacer chilaquiles, según los inventos de la señora Marta. Un metro cincuenta, arrugada y con más canas que ganas de vivir. A algunos se les contagiaba su amargura, pero sus ocurrencias no traspasaban la fuerte barrera de mi paz mental. Entonces me veía fijamente y decía:
Romperse en trozos como la tortilla de maíz, fingir sonrisas, secar lágrimas de cebolla, repetir. Seguir con la cara en alto, los hombros atrás, actuar —y licuar— con seguridad, repetir. La salsa quedó muy picante, muy salada o tu relación ya no funciona. Porque unos buenos chilaquiles requieren de un sazón particular entrenado con el tiempo… pero la siguiente vez que los hagas no te descuides y sobre todo no te ilusiones. Porque la historia se repite; así como se repite con los romances tóxicos.
La señora Marta hablaba como bruja y sus reflexiones eran muy rebuscadas para mí. Yo solo pensaba que vivir sin ilusiones te sentencia a una vida sin amor y sin buenos chilaquiles. Prefiero secarme las lágrimas, ponerme el delantal y cocinar con la esperanza de tener éxito esta vez. Y lo mismo pasa con los corazones rotos. Sécate las lágrimas, ponte el vestido y sal con la esperanza de tener éxito esta vez.
Música del video de Yann Tiersen
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