Entrar en el Restaurante Malacatín y comer un buen cocido en el barrio más castizo de Madrid es recuperar 125 años de historia a través de su gastronomía y el por qué es renoconocido a nivel nacional e internacional. Y si vas con buenos amigos (como son Ramon Martin Lopez-Fuensalida y Montse Curiel), la experiencia se hace infinita en un ambiente cercano donde el mobiliario te habla de tradiciones, las paredes te describen el romanticismo del Cosío y los platos te inducen a un buen yantar... Y si es con un vino de Madrid, mucho mejor. Un experiencia casi religiosa, donde tocas el cielo en cada bocado.
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