Si aún teniendo claro que debemos hablar de Cristo, no lo hacemos, el verdadero motivo está oculto en nuestros propios corazones.
No debemos solo identificar los ídolos de nuestra ciudad, como hizo Pablo en Atenas; necesitamos reconocer e identificar los que están en nuestro corazón. Identificándolos, podremos reconocerlos y reemplazarlos por el Dios real: Cristo.
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el camino eterno”.
Slm139:23-24
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