Los reporteros del programa en compañia de los profesionales de la Seguridad privada. Los Vigilantes de Seguridad muestran el desempeño de sus funciones dia a dia, especialidades y formación.
Dicen tener muy mala prensa. Se quejan de salir en los medios solo cuando se produce algún suceso. Denuncian el intrusismo laboral y el que sean pocos los que reconocen su trabajo. Sin embargo, son una presencia habitual allá donde vayamos. En los organismos públicos, en los centros comerciales, en los museos y hasta en las oficinas del INEM siempre hay un vigilante de seguridad. Pertenecen a un sector que aglutina a los antiguos "guardias jurados" pero también a los escoltas, detectives, guardas de campo y hasta los que transportan armas, explosivos o el dinero de los bancos.
En el programa de este jueves 11 de febrero (22:30 horas) una cámara de Canal Sur Televisión entra por primera vez de madrugada en uno de los edificios más vigilados de Andalucía, el Parlamento. Rocío Vicente es testigo de un intento de hurto en un centro comercial. Javier García acompaña al campo de tiro a los vigilantes que pueden llevar armas de fuego. Y Paco Ballesta acompaña a los vigilantes que protegen urbanizaciones y comercios.
A las 6 y media de la mañana anda Mónica abriendo las verjas de acceso al aparcamiento. Estamos en el Parlamento de Andalucía y nos preguntamos cómo se vigila uno de los lugares más protegidos de nuestra Comunidad. "No te voy a decir cuántos somos ni puedes grabar en la sala de cámaras". Por motivos de seguridad, se disculpa Pepe, que es el jefe de los vigilantes de "la casa", como llaman al Parlamento los que trabajan hace mucho tiempo aquí. Pepe entró en 1992 y Javier, su compañero, un año más tarde. "Si me cambian un mueble de sitio me rompo una pierna", bromea Javier para explicar que conoce al dedillo el edificio incluso a oscuras. ¿Qué problemas puede haber aquí? "Las manifestaciones en la puerta son muy complicadas", aseguran, mientras abren para nosotros un insólitamente vacío Salón de Plenos. "La gente a veces no entiende que estamos aquí para ayudar, que damos información. Yo he llegado a utilizar el desfibrilador para parar un ataque al corazón", dice Pepe. "Los medios de comunicación también tenéis mucha culpa porque solo sacáis lo malo", continúa Javier mientras amanece en el edificio y comprueban puerta tras puerta.
Los pasos para convertirse en vigilantes de seguridad empiezan en academias homologadas como la de César, en Sevilla. Un curso de 180 horas donde aprenden sobre leyes, armas y psicología. Luego dos exámenes: uno físico y otro teórico. Solo quienes pasan los consiguen la tarjeta de identidad profesional, la única defensa con la que enfrentarse al intrusismo que amenaza cada día su profesión. Un curso básico cuesta alrededor de 250 euros y comprende también aprender a manejar un arma. En el campo de tiro de Camas aprenden a usar desde una pistola a un rifle. “Es una de las partes más interesantes de la formación. No sabía que se me fuera a dar también”, nos cuenta Cinta, la única alumna de la escuela, después de haber disparado un arma. Y es que este sector es eminentemente masculino.
"Es como entrar dentro de un búnker, protegidos a una caja fuerte", afirma Manolo, director técnico de una empresa de seguridad mientras nos abre la sala de control de alarmas y cámaras desde la que se vigila a más de 500 clientes entre negocios y viviendas. “Aquí no se para. Trabajamos 365 días del año y 24 horas del día para proteger a nuestros abonados". El servicio básico cuesta alrededor de unos 40 euros al mes, instalación y dispositivos aparte. En eso que salta una alarma. Aviso de robo en una joyería. Y la maquinaria se pone en marcha.
"El vigilante que trabaja en un centro comercial puede hacerlo luego en cualquier otro lugar, porque trabajar aquí es un hacer un auténtico máster", nos dice Rafa, que lleva ocho años siendo vigilante de seguridad privada de un centro comercial. Abre las puertas, también las del parking, acciona las escaleras mecánicas, busca a niños perdidos, regula el tráfico en los accesos al centro los días de mayor afluencia y actúa en caso de robo o hurto. Rafa nos cuenta que le gusta “estar en primera línea y poder proteger a todos los ciudadanos”. Pero una llamada a su walkie-talkie de un compañero lo pone sobre aviso. “Hay un sospechoso merodeando por dos tiendas”. Vamos para allá
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