Canal Bartimeo
Descubriendo la importancia de llevar una vida cristiana
La audacia cristiana
Es audaz la persona que tiene el ánimo dispuesto para afrontar con esperanza y optimismo los riesgos que se presentan, con la confianza de poder vencerlos y superarlos. Aunque es un rasgo que está relacionado con el carácter de la persona, la audacia es una gran virtud si se ejerce con realismo y sentido común; es decir, después de haber considerado el peligro y la dificultad, tal como reclama la virtud de la prudencia. Entonces se puede, y se debe, ser audaz en asuntos de la vida cotidiana: un giro en el negocio, la compra de una casa más amplia, un cambio de colegio para los hijos, marchar a trabajar a un nuevo país, etc.
Las personas que tienen este ánimo decidido no se intranquilizan por asuntos que a otros les estremecen. Las dificultades vienen a ser para ellos un aliciente, un estímulo que proporciona intensidad y tensión a la vida; les atraen los retos y lo difícil. Se enfrentan al acontecer sin miedo. Estas actitudes configuran su modo de vivir y marcan su trayectoria vital: son inconformistas y se sienten capaces de cambiar lo que no les gusta o les parece malo. En su entorno pueden ser incómodos, sobre todo para los perezosos y para quienes desean una vida más fácil y tranquila y no quieren demasiadas complicaciones.
A veces se identifica erróneamente la audacia con «no tener miedo». «El justo es alabado porque el temor no le aparta del bien, no por la falta completa de temor». La persona audaz no ignora la realidad, por el contrario, es consciente de que el riesgo al que se expone comporta un alto grado de incertidumbre. Ante lo desconocido el hombre –normalmente– siente miedo. No consiste, pues, en no sentir temor, sino en no dejar que el temor paralice o fuerce al mal o impida realizar el bien. Es audaz y valiente el que hace frente a la dificultad que le produce temor, no por ambición ni por miedo a ser tachado de cobarde, sino por amor al bien, es decir, por amor a Dios
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