Luis Alberto Spinetaa y Fito Páez grabaron esta canción para el álbum "La, la, lá", de 1986, cuando nosotros éramos adolescentes y ya teníamos la cabeza y el corazón lleno de proyectos y de utopías.
"Hay otra canción" era el último tema del lado 2, o sea del disco o del cassette. Tal vez, los más jóvenes, no saben a lo que me refiero, pero les cuento que hubo un tiempo, que fue hermoso, en donde no existía internet, para acceder a la música o a todo lo que se necesita, como hoy.
Cuando salió el cd, enseguida me lo compré, pero, faltaba este tema, que según dicen, es el mejor tema del álbum.
No hubo un día, en todos los días de mi vida, que no escuché Rock Nacional. Hace más de 40 años que lo hago, casi como tomar mate.
Hace ya unos años, cuando me la pasaba viajando de un lado a otro, hice este video. Siempre fui de tratar de captar momentos con la cámara. Los instantes vividos siempre nos revelarán algo, que no vimos en aquel "ahora".
Hacía un par de años que me había ido de Buenos Aires, sin saber qué estaba buscando. Viajaba con mis discos de vinilo de Argentina a Europa y, después a Asia y volvía unos pocos meses a mi milonga, de Buenos Aires, y volvía a partir. Esos años pasaron rapidísimo y, no sé, si encontré lo que estaba buscando. Eso sí, me equivoqué un montón de veces y aprendí muchísimas cosas.
Con un ticket y un tango recorrí, descubrí, compartí y viví diferentes culturas, historias, idiomas, climas, amores y todo gracias a la música de mis mayores. Yo sólo fui un mensajero.
En este video se mezcla el pasado de una vida que, en mis sueños, asiste como si fuera más de una: aquella del subte A, debajo de la Avenida Rivadavia; los canales de Venecia, adonde fui la primera vez que me enamoré, en mi vida; el Kremlin, de Moscú, cuando quise conocer lo que decían los libros que leí en la UBA; las interminables cenas, en las madrugadas de Seúl; el Corso Buenos Aires, de la ciudad de Milán, a pocas cuadras de hotel, en el que dormía los lunes; la ciudad de mis amigos de Birmingham, en donde me regalaron una remera de Led Zeppelin; aquella otra mañana, bien temprano, en Nagoya, en donde estaba perdidamente enamorado, de la chica, que me llevaba la guitarra y que me quiso, por unos años; un festival de tango, cuando ya vivía en Florencia: el estudio de tango, en donde vivía, cuando estaba en Hong Kong y tantos lugares más, en los que conocí a tanta gente querida.
Una canción, esta canción, otra canción, lo que me rescata de la soledad más absoluta, más profunda y real, esa de encontrarse, en el medio de la noche, solo con uno mismo.
Mis gatos ya duermen y la guitarra no se puede tocar, sin despertar al vecino.
Sólo me queda escribir. No quisiera olvidarme de los proyectos y de las utopías, que teníamos de adolescentes.
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