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"Does God send signs?" Don't we all long for that kind of clarity? Nonetheless our faith assures us that God is always communicating God's will to us. God's message is consistent, sure, and irrefutable. We are not alone on this journey, Jesus gives us the Holy Spirit to guide us on the way to read the "signs" that point us in the right direction.
Saint Ignatius of Loyola writes, "Our only desire and our one choice should be this: I want and I choose what better leads to God's deepening life in me" (no. 23). God would not call you to consecrated religious life and then not somehow reveal that vocation. The Ignatian tradition says that a deep inner peace is the truest one.
In order to know what you really desire, moreover, you have to get beyond all the cultural messages that tell you what "should" make you happy. Through silence and prayer, you will gradually come to hear that quiet voice within and, with God's grace, have the courage to trust that these deep inner longings are really from God.
Another "sign" that God might be calling someone to religious life is that gradually the impossible becomes possible. When Mary gave her "yes" to God at the Annunciation, there were clearly some obstacles to overcome. Yet to show Mary that "nothing is impossible for God" (Luke 1:37), the angel told her that even her cousin Elizabeth had conceived a child in her old age.
Another signpost along the way is when other people see God's grace in your life and affirm that indeed you would make a wonderful religious sister, brother, or priest. The surest signpost of all is a tangible joy that bubbles up and overflows in all aspects of life. All of God's signs continue to point to the same reality: "I am with you, and I will never leave you!" God is constantly communicating God's will to us every day of our lives: "to bring all things into one in Christ" (Ephesians 1:10).
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Cinco señales que la vida religiosa podría ser adecuada para ti
"¿Nos envía Dios señales?" ¿No anhelamos todos ese tipo de claridad? Sin embargo, nuestra fe nos asegura que Dios siempre está comunicando su voluntad para nosotros. El mensaje de Dios es consistente, seguro e irrefutable. No estamos solos en este viaje, Jesús nos da el Espíritu Santo para que nos guíe en el camino para leer las "señales" que nos apuntan en la dirección correcta.
San Ignacio de Loyola escribe: "Nuestro único deseo y nuestra elección debería ser la siguiente: yo quiero y elijo lo que mejor conduzca a la vida profunda de Dios en mí" (núm. 23). Dios no te llamaría a la vida religiosa consagrada para luego no revelarte de alguna manera esa vocación. La tradición ignaciana dice que una profunda paz interior es el más verdadero uno.
Con el fin de saber lo que realmente deseas, por otra parte, hay que ir más allá de todos los mensajes culturales que te dicen lo que "debería" hacerte feliz. A través del silencio y de la oración, gradualmente llegarás a oír esa tranquila voz interior y, con la gracia de Dios, tendrás el coraje de confiar en que esos profundos anhelos interiores son realmente de Dios.
Otra "señal" de que Dios puede estar llamando a alguien a la vida religiosa es que poco a poco lo imposible se hace posible. Cuando María dio su "sí" a Dios en la Anunciación, hubo claramente algunos obstáculos que superar. Sin embargo, para mostrar a María que "nada es imposible para Dios" (Lucas 1:37), el ángel le dijo que incluso su prima Isabel había concebido un hijo en su vejez.
Otro hito en el camino es cuando otras personas ven la gracia de Dios en tu vida y afirman que, efectivamente, tú serías una maravillosa hermana o hermano religioso, o sacerdote. La señal más segura de todas es una alegría tangible que brota y se derrama en todos los aspectos de la vida. Todos los signos de Dios siguen apuntando a la misma realidad: "¡Yo estoy contigo y nunca te abandonaré!".
Dios está constantemente comunicando la voluntad de Dios para nosotros todos los días de nuestras vidas: "para que todas las cosas sean uno en Cristo" (Efesios 1:10).
