Aquel día, cuando los discípulos enfrentaron la gran tempestad en el mar, habían abandonado las esperanzas de sobrevivir. Sus propios esfuerzos eran insuficientes para soportar la gran fuerza de la tormenta. Pero, cuando todo parecía perdido, apareció una esperanza. En la hora más oscura, salió el sol de justicia: Cristo.
"¡Tened ánimo! ¡Soy yo! ¡No temais!"
Esas palabras recobraron el aliento de los discípulos. Les devolvieron la esperanza. Su querido Maestro estaba ahí para salvarlos.
Cuando enfrentes las tormentas de la vida, recuerda que Cristo está a tu lado y te dice: "¡Ánimo hijo! ¡Yo estoy contigo!"
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