Filipenses (4, 4-7):
Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca.
Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios.
Y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Juan (1, 1-5.9.11-14.16):
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por él, y sin él no se hizo nada de lo que existe. En el Verbo había vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron.
El Verbo era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Y de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
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