Aquella mujer tenía cuarenta y cinco años, el cabello rubio, los ojos grises y un rostro agradable. Estábamos en una cena, sirviéndonos el humus con zanahoria por turnos, cuando me preguntó cómo me ganaba la vida.
—Estudio la compasión hacia uno mismo —le respondí.
Inclinó ligeramente la cabeza a un lado.
—¿Hacia uno mismo? Yo pensaba que la compasión, por definición, es
algo que se siente por los demás. ¿Cómo es posible sentir compasión por uno mismo?
Le expliqué que la compasión no es más que una manera de relacionarnos con el sufrimiento, ya sea el tuyo o el de otra persona. Percibí cómo digería la idea.
—Mmm... Supongo que tiene sentido. Entonces, ¿tener más compasión hacia uno mismo significa que también puedes sentir más compasión por los demás? —me preguntó.
—Bueno, sí y no...
La gente me hace esta pregunta continuamente. La respuesta es un poco complicada. En el primer estudio que realicé sobre compasión hacia uno mismo1 planteé la siguiente pregunta: «¿Tiendes a ser más amable contigo mismo o con los demás?». Descubrí que las personas con poca autocompasión respondían que eran más amables con los demás, mientras
que las que manifestaban una compasión hacia sí mismos más alta afirmaban ser igual de amables con los demás que consigo mismos. En otras palabras, todo el mundo respondió que eran amables con los demás, pero solo las personas autocompasivas también lo eran consigo mismas.
En otra investigación, mis colegas y yo descubrimos que las personas compasivas consigo mismas no obtienen puntuaciones más altas que las que no lo son en amor compasivo, empatía o altruismo (elementos relacionados con el bienestar ajeno).2 Se debe a que los individuos que carecen de autocompasión, que se juzgan constantemente, suelen ser muy atentos con los demás.
![](https://s2.save4k.ru/pic/oWSSFnU9I7c/maxresdefault.jpg)