Con libreto de José Ramos Martín y música de Jacinto Guerrero, la zarzuela en tres actos “Los gavilanes” se estrenó el 7 de diciembre de 1923 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. En el elenco de su presentación en la capital participaron Emilia Iglesias como Adriana, Emilio García Soler con Juan, Eugenia Zúffoli como Rosaura y Emilio Vendrell como Gustavo. Pese a la división de opiniones entre la crítica especializada, el maestro Guerrero consiguió con esta nueva obra superar incluso el gran éxito obtenido con “La alsaciana” (1921) o “La montería” (1922), convirtiéndose en una de sus zarzuelas más representadas junto a “El huésped del sevillano” (1926) y “La rosa del azafrán” (1930). Algunos de sus números más populares como la salida de Juan “Mi aldea”, el fox-trot de las lloronas “No hay por qué gemir” [ Ссылка ], el tango-milonga “El dinero que atesoro” [ Ссылка ], las romanzas de Gustavo “Flor roja” [ Ссылка ] y de Juan “¡No importa que al amor mío se oponga todo el mundo!” [ Ссылка ] o los dúos de Adriana y Rosaura “No merece ser feliz” [ Ссылка ] y de Rosaura y Gustavo “Nadie puede soprendernos” [ Ссылка ], forman parte obligada de cualquier antología del género que se precie. En 1961 el sello Hispavox editó una de las versiones completas más interesantes de la obra con un reparto formado por Dolores Ripollés, Alicia Armentia, Renato Cesari, Ana María Fernández, Pedro Lavirgen, María del Pilar Alonso, Antonio Pérez Bayod y Joaquín Portillo. Participaron en la grabación la Orquesta de Conciertos de Madrid y el Coro Cantores de Madrid dirigidos por Federico Moreno Torroba y José Perera respectivamente.
«¡Mi aldea!
¡Cuánto el alma se recrea
al volverte a contemplar!
¡Mis lares!
después de cruzar los mares,
otra vez vuelvo a mirar!
Pensando en ti noche y día,
aldea de mis amores,
mi esperanza renacía,
se aliviaban mis dolores.
Pensando en ti, mar serena,
pensando en ti, bello cielo,
era más dulce mi pena
y menor mi desconsuelo.
Siempre en mi aldea pensaba,
siempre ambicioné volver,
y este momento soñaba
de otra vez mi aldea ver.
No importa
que el mozo fuerte vuelva viejo,
si alegre
el corazón salta en mi pecho.
No importa
mi lucha por lograr el oro,
si al cabo
hoy vuelvo rico y poderoso.
No importa
lo que tuve que penar;
lo que importa es que ya vuelvo
para no marchar jamás.»
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