Hace más de 2.000 años Jesús puso a prueba a sus discípulos durante un trayecto en barca. Una fuerte tormenta amenazó con hundirla. Los discípulos estaban atemorizados, pero Jesús tranquilo, los anima a tener más fe y los acompaña más allá del peligro. Pero ¿por qué Jesús actúa así?: “Para fortalecer la fe de los discípulos y para hacerlos más valientes. En efecto, salen de esta experiencia más conscientes del poder de Jesús y de su presencia en medio de ellos y, por tanto, más fuertes y dispuestos a afrontar los obstáculos y las dificultades, incluido el miedo a aventurarse a proclamar el Evangelio” dice el Papa.
Dos mil años después, Jesús sigue haciendo lo mismo con nosotros, recordó ayer el Papa antes de rezar el Ángelus dominical desde el balcón pontificio: “Jesús no nos ahorra las contrariedades, pero sin abandonarnos nunca, nos ayuda a afrontarlas. Nos vuelve valientes”.
Jesús nos hace valientes, es decir, gracias a Él superamos las pruebas de la vida, aprendemos a aferrarnos a Él y esto va mucho más allá de nuestras capacidades: “Preguntémonos entonces: en tiempos de prueba, ¿soy capaz de hacer memoria de los momentos de mi vida en los que he experimentado la presencia y la ayuda del Señor? Pensemos”.
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