00:00 Arianuchis entrevista a Valentina Quintero.
00:36 ¿Cómo Valentina Quintero decidió ser madre?
04:20 Ser una madre joven.
05:54 “Cuando tú naciste yo me volví otra Valentina”.
09:10 ¿Por qué Valentina Quintero se dedicó al trabajo?
10:52 Ser duros con nuestros padres.
12:01 La primera piñata de Arianuchis.
14:07 Ser un equipo de madre e hijas.
16:18 Seguir el legado de los padres.
18:23 “Yo siempre me tuve que ganar las cosas”.
20:23 Aliadas de la vida.
Le propuse a Arianna hacer un capítulo de nuestra vida madre – hija. Es verdad que compartimos bastante de nuestras vivencias en Instagram y ella en sus cartas, pero nunca en una conversación completa y mucho menos en mi canal. Es nuestra manera de celebrar contigo el Día de la Madre.
Mi hija, quien es la reflexiva, dio con el tema. Propuso hacerme una entrevista sobre la madre que fui ¿Qué me motivó? ¿Cómo viví esa experiencia? Porque la verdad siempre fue su visión como hija. Nunca habíamos conversado sobre mis angustias o mi euforia como madre y así lo hicimos.
Me casé con 19 años porque era lo que muchas hacíamos en esa época. Ahora que lo pienso debe haber sido para salir de mi casa - que era una dicha - pero con una mamá absolutamente rígida. Un ejemplo. Ya casada por civil no me dejaron ir a acampar a la playa con un grupo de amigos, hasta que no saliera de mi casa con velo y corona. No me puse velo, pero bueno… si bien el plan no era tener hijos de inmediato, porque ambos estudiábamos, me entra la loca y a los 20 juraba que estaba embarazada. Jamás le había contado eso a Arianna. Mi emoción y mi ternura. Luego de un tratamiento de fertilidad, una operación de emergencia para sacar un ovario, otra operación para limpiar trompas tapadas, hormonas para ovular… pasaron 8 años desde el matrimonio hasta que nació Arianna y al año vino el divorcio. Mi maternidad fue una angustia infinita. Su papá fue una ausencia en todos los sentidos. Yo convertí el trabajo en una obsesión porque pelábamos muchísima bola. Apenas me alcanzaba para alquiler, guardería y algo de comida. Buscando trabajos extras por todos lados. Única responsable de aquella criatura que solo dependía de mí y punto.
Arianna me iba oyendo y le dio un ataque de llanto. Se sintió tan injusta en sus reclamos por mi obsesión por el trabajo y lo que ella tantas veces sintió como abandono. Pero es que no había otra opción. Era eso o vivir bajo el puente del Guanábano y pedir limosna. Yo quería que ella tuviera mínimo lo que yo había tenido y si era posible más. Por eso la convencía a diario de las bondades de ser única hija. No me sentía capaz de pasar de nuevo por esa mortificación.
Fue una conversación profunda. Liberadora. Cercana. Desde la más absoluta comprensión. Y la verdad es que hoy somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos. No hay reclamos de ningún tipo. Nos amamos. Podemos hablar de lo que sea. Yo oigo a mi hija. Le creo. Es mi mayor y más certera consejera, porque ella reflexiona y estudia, yo soy pura intuición y atore. Ella me contiene. Toda la vida le dijeron que vino al mundo a cuidar a su madre. Y bueno, como digo siempre, si naciera de nuevo quisiera ser la hija de Arianna.
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