En relación con los nombres geográficos son tres las frases que de forma generalizada han sido utilizadas, sin que esto impida ciertas fricciones e incomprensiones.
La indicación de procedencia como denominación es consagrada en el contexto internacional en el Arreglo de Madrid de 1891, relativo a la Represión de las Indicaciones de Procedencia Falsas o Engañosas en los Productos y en el Convenio de la Unión de Paris, y se trata de la alusión a la procedencia de los productos, ya sea del espacio físico donde se fabrican o de donde provienen las materias primas que le dan origen, así como en lo que atañe a determinados servicios que gozan de notoriedad.
Dichas indicaciones se clasifican en directas (Cuba, Venezuela, Paris) e indirectas (el morro de la Habana, la torre Eiffel, los molinos de Holanda), las primeras consisten en nombres geográficos mientras que las segundas constituyen símbolos de los pueblos, entre ellos, los monumentos, la arquitectura, los colores de una bandera, entre otros.
Las denominaciones de origen por su parte, demandan la existencia de protección registral y nacen de la necesidad conceder un tipo de protección especial a determinados nombres geográficos.
El Arreglo de Lisboa, en su artículo 2 establece que la denominación de origen es “la denominación geográfica de un país, de una región o de una localidad que sirva para designar un producto originario del mismo y cuya calidad o características se deben exclusiva o esencialmente al medio geográfico, comprendidos los factores naturales y los factores humanos”; en este sentido se trata del nombre geográfico de una país o región, que debe recaer sobre un producto originario de ese país o región y su vez, su distintividad en relación con la calidad o característica responde al nexo existente con el espacio geográfico. Entre los ejemplos podemos citar “Café de Colombia”, “Habano”, “Alicante”.
Para completar la trilogía supra anunciada aparecen en el artículo 22 del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (Acuerdo sobre los ADPIC), las indicaciones geográficas, siendo aquellas que identifican “un producto como originario del territorio de un Miembro o de una región o localidad de ese territorio, cuando determinada calidad, reputación, u otra característica del producto sea imputable fundamentalmente a su origen geográfico”. Tal definición posee puntos de conexión más cercanos a las denominaciones de origen que a las indicaciones de procedencia, lo cual encuentra respaldo en la referencia al nexo causal entre el origen geográfico y las características de los productos.
No obstante, podemos encontrar normativas donde las indicaciones geográficas son un término general que engloba a las denominaciones de origen y a las indicaciones de procedencia (Cuba).
En lo que atañe a la relación entre las marcas y las indicaciones geográficas hay que destacar que las marcas colectivas geográficas constituyen una excepción a la imposibilidad de registrar como marcas términos geográficos, lo cual está en relación con la importante función que desempeñan en el mercado (España).
